Tareas escolares
Ayúdalos a crear hábitos de estudio saludables
Alos cuatro años, Estela llegaba al hogar con al menos dos asignaciones todos los días.
“Las hacíamos cuando llegábamos a casa a las 7:30 de la noche y corriendo, porque de lo contrario no podía acostarla a las ocho y por la mañana era un lío levantarla”, cuenta su madre.
Este año, Estela cursa el kinder en un colegio donde las asignaciones comienzan el año que viene. Sin embargo, con la experiencia del pasado muy presente, la madre ya tiene un plan para evitar que las tareas escolares le quiten la paz. Mientras ella cumple con su turno de trabajo, la pequeña alumna pasará la tarde en un centro de estudios supervisados justo en la empresa donde trabaja.
Opciones como esta, que no están disponibles para la mayoría, son la alternativa ante las crecientes exigencias de algunos currículos educativos, donde el enfoque es hacer cada vez más, y más temprano. Muchos niños de hoy llegan a casa cargando cuadernos de preescritura y prematemática a los tres o cuatro años.
Un estudio de la Alianza para la Niñez publicado el año pasado encontró que en los kinder de Nueva York y Los Ángeles los niños invertían la mayoría de su tiempo aprendiendo destrezas de lectura y matemáticas, y apenas destinaban media hora al juego libre. Atribuyen el hecho a la intención, tanto de los padres como de los sistemas, de que los niños enfrenten el desafío académico sin quedarse atrás.
El informe, titulado “Crisis en kinder: por qué los niños necesitan jugar en la escuela”, levantó bandera sobre la necesidad de rescatar el tiempo de imaginar, explorar y socializar como medio principal de aprendizaje. Además, planteó la urgencia de evaluar más extensamente el impacto de los cambios de políticas educativas en el desarrollo social e intelectual de los estudiantes. Los investigadores del estudio señalan que estas prácticas con estricto enfoque didáctico contrastan con las que distinguen a varios de los sistemas educativos más exitosos, como Noruega o Japón, donde la educación formal comienza a los seis años.
La psicóloga clínica Giselle Medina opina que el enfoque académico señalado en el informe tiene aspectos positivos y negativos. Por un lado, sostiene, ayuda a crear sentido de responsabilidad y a desarrollar ciertas destrezas. Por otro, puede atentar contra los beneficios del tiempo de esparcimiento de los chicos. Desde su perspectiva, es preferible que los estudiantes realicen la mayor parte de sus tareas en la escuela, pues allí cuentan con la supervisión de los maestros, y disponen de más tiempo para descansar y jugar en el hogar.
“Hasta edad preescolar, una de las cosas que más debe hacer el niño es jugar. Así aprende socialización, organización, seguir reglas y tener disciplina. Ponerlos a hacer asignaciones y mucho trabajo individual es limitar un espacio perfecto”, apunta la también catedrática de la Escuela de Medicina de Ponce.
A los padres, les recomienda estar alertas a la reacción de sus hijos a las demandas de la escuela, debido a que algunos pueden asumir las responsabilidades mejor que otros.
Marta Rodríguez, madre de una estudiante de segundo grado, afirma que aunque a veces piensa que la niña tiene exceso de tareas “nunca se queja de estar cansada de estudiar”. Incluso, en ocasiones, le pide más trabajo.
Una de las técnicas para velar por el desempeño académico de la menor que mejor le ha funcionado es fomentar diariamente un período de estudio de todas las clases.
“Hay veces que se me olvida que hay examen y sale bien porque ya había estudiado durante la semana”, apunta.
Michelle Martínez, por su parte, tiene dos hijos de siete y nueve años. Trabaja de noche, estudia de día, pero aún así se las ingenia para repasar con los chicos todos los días.
“Comienzo preguntándoles qué dieron en las clases y les pregunto sobre los temas. Hasta ahora me ha funcionado porque ambos tienen A en todas las clases, pero a mí me da un estrés enorme”, apunta.
Sin embargo, no todos los alumnos responden igual a las exigencias de la escuela. Hay quienes son expuestos a currículos sumamente rigurosos y pueden necesitar ayuda adicional. Cuando carecen de ella, enfrentan rezago y frustración.
“También hay muchos estudiantes que están sobrecargados con prácticas de deportes o música todos los días. O quizás nunca aprendieron a organizarse y los padres optan por hacerles el trabajo porque no hay tiempo para explicar”, explica la psicóloga Shaira González, del centro de estudios supervisados Sylvan Learning.
“La situación más común que veo es la falta de organización para realizar las tareas. Muchos estudiantes de escuela superior necesitan mucha supervisión para hacer las asignaciones, lo cual no se supone que ocurra. Generalmente, los padres deben supervisarlos hasta sexto o séptimo grado. El problema recae en la falta de tiempo de algunos padres para ayudar a sus hijos a crear rutinas y hábitos que los ayuden a organizarse mejor y establecer prioridades”, explica.
Para identificar potenciales problemas, los adultos pueden preguntarse: ¿será exceso de trabajo, falta de organización, falta de supervisión, rezago o todas las anteriores? Es importante evaluar también el comportamiento del niño, si las dificultades con las tareas son con una asignatura determinada o si alguna situación está afectando su atención y desempeño.
Las psicólogas recomiendan desarrollar hábitos de estudios desde temprano. El factor clave, afirman por separado, es la rutina.
Construye el hábito
-Repasa el material todos los días, aunque no haya asignaciones. Esta práctica ayuda a refrescar el material.
-Establece un horario y una rutina consistente.
-Crea un espacio adecuado para el estudio, lejos de distracciones, con buena luz, preferiblemente natural
-Al estudiar, organiza el escritorio únicamente con el material que necesitas. Evita la sobrecarga de papeles y libros.
-Si el niño tiene problemas para concentrarse, intenta establecer un periodo de tiempo determinado para terminar la tarea. Motívalo o rétalo a cumplir con el mismo a modo de juego.
-No dejes las asignaciones como última actividad del día, pues la energía y la motivación pueden ser escasas.
-Conversa con ellos sobre las asignaturas y actividades escolares.
-En ocasiones recompensa el buen trabajo con palabras bonitas o actividades divertidas, pero no abuses de los halagos. “Si todo lo que hacen es maravilloso, ¿para qué se van a esforzar?”, sostiene Medina. Igualmente, si deseas ofrecer algún premio material, establece límites. Acostumbrarlos a estudiar a cambio de algo crea expectativas irreales.