Una luz al final de la mente
El líder de cualquier organización debe tener una ética incorruptible. De lo contrario, su vida, su institución, su proyección entera se corrompe”
“Nosce te ipsum”: la frase ha llegado a nosotros en su traducción latina. El original en griego estaba inscrito en la piedra del templo de Apolo en Delfos, edificado muchos siglos antes de Cristo. “Conócete a ti mismo” repiten hoy sicoanalistas freudianos como el doctor Alberto Varela. Ese conocimiento, según esta escuela de sicoanálisis, es sanador. Por eso, en su práctica, el doctor Varela intenta “oír la voz interior del paciente. Ése es el camino que, si se sabe recorrer bien, lleva hasta las raíces del conflicto que está provocando su condición sicológica”. Se trata de una búsqueda de la verdad personal y –también- de una moral y de una ética que lleven al bienestar interior basándose en códigos de conducta que promuevan la paz.
Un sicoanalista no es simplemente un siquiatra. Este último es un médico especializado en enfermedades mentales. El sicoanalista va más allá: “Logra una mejor aproximación al entendimiento de la siquis que la siquiatría, siguiendo un método de libre asociación y de interpretación de los sueños”, explica el doctor Varela. El sicoanalista se aleja también de la medicación excesiva que se está generalizando en el campo siquiátrico y utiliza la narrativa –la palabra- como manera de hacer que el paciente se comprenda a sí mismo.
Para eso, el sicoanalista tiene primero que comprenderse a sí. “Uno se mete en esto porque le interesa la mente de uno mismo”, dice, “luego se interesa en la mente de los otros”. El interés del doctor Varela no se ha agotado en la salud mental de sus pacientes; también enfoca en las familias de éstos -la familia es como un sistema ecológico, señala: “Todo lo importante que impacta a un paciente de salud mental impacta a la familia y viceversa”- y en la sociedad entera.
Hace veinte años fundó el Instituto Psicoterapéutico de Puerto Rico (INSPIRA). Dirigido a la prevención, tratamiento y rehabilitación de condiciones emocionales, sicológicas y siquiátricas, atiende no sólo a las necesidades de los individuos sino también a las de grupos, incluso grupos corporativos.
Muchas veces se piensa, dice él “que el talento, la inteligencia, incluso el trabajo son los elementos más importantes para el éxito de una empresa. Pero no es nada de eso. Lo crucial es la ética. El líder de cualquier organización debe tener una ética incorruptible. De lo contrario, su vida, su institución, su proyección entera se corrompe. Como dice un refrán popular, ‘el pescado empieza a pudrirse por la cabeza’”.
La vida –no sólo la siquiatría y el sicoanálisis- le ha enseñado muchas cosas al doctor Varela sobre la naturaleza humana. A principios de los años setenta estuvo en la guerra de Vietnam como director de la unidad de siquiatría en un hospital militar norteamericano en el Vietnam del Sur. “La experiencia me cambió la vida”, dice. “Me volvió cínico sobre los líderes nacionales que permitieron una guerra completamente innecesaria”.
Él participó, como consultor siquiátrico, del proyecto Phoenix, cuya misión era encontrar a los informantes y ayudantes de las fuerzas del Vietnam del Norte que funcionaban como una ‘quinta columna’ en el Sur, es decir, los miembros del “Viet Cong”. El eufemismo para matarlos o capturarlos era “neutralizarlos”. “Tuve que ver muchos casos siquiátricos de soldados traumatizados porque se cometían errores en las operaciones. En ocasiones los operarios que iban a ‘neutralizar’ a un funcionario entraban en las casas y mataban a todos los que estuvieran allí, mujeres, niños, todos. Fue un asesinato sistematizado y deliberado que me volvió pesimista respecto al futuro del ser humano”, evoca aún con consternación.
Sin embargo, hay otra proyección de la vida del doctor Varela que le ha proporcionado más alegría y esperanza: su interés por la literatura y por el arte. “La literatura y el arte son más grandes que la sicología porque abarcan áreas a las que la sicología no puede llegar”, dice. “En ésta –si se practica científicamente- el uso de la imaginación es limitado. Pero la literatura y el arte permiten usar la imaginación mucho más”.
Él no cree en locos ‘geniales’. “A mejor salud mental, mejor producción artística”, dice quien, a final de los años setenta, estableció con otros siete inversionistas una de las galerías más importantes de Nueva York, la Mary Boone Gallery, que acogía a artistas innovadores como los neo-expresionistas Julian Schnabel (luego cineasta) y David Salle. Entonces entró en contacto más estrecho con los creadores. “Hay artistas con problemas emocionales y siquiátricos y hay que admirarlos porque a pesar de su condición han logrado una producción artística de calidad. Más aún la hubieran logrado si no hubieran tenido esos problemas. La condición siquiátrica es una carga destructiva de la creatividad”.
Varela ya no colecciona arte ni está vinculado con la galería, aunque sigue admirando a los artistas. Su entusiasmo cuando descubre un joven talento es desbordante. Como sicoanalista, además, reconoce que la creatividad sigue siendo un misterio: “No se sabe cómo ocurre; no se ha entendido todavía. Ante ella el siquiatra, el sicoanalista, tiene que rendir las armas”, concluye.
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