jueves, 22 de octubre de 2009

Lenguaje y sus orígenes


El lenguaje humano y sus orígenes

Existen teorías, pero ninguna es aceptada unánimemente

El lingüista Noam Chomski ha postulado que en nuestro cerebro existe un “módulo de lenguaje” o “gramática universal”, esto debido a la facilidad con que los infantes aprenden la lengua.
Por Fernando L. Renaud / Especial El Nuevo Día

El lenguaje es una de las características que nos define como humanos, pero si consideramos el lenguaje como la capacidad de un organismo de comunicarse con otros, entonces tenemos que incluir otros tipos de comunicación no oral, como señales químicas de la levadura y los insectos; y el “baile” de las abejas.

En lo que sí se diferencian éstos de nuestro lenguaje es en la complejidad, que ha requerido cambios evolutivos en nuestra anatomía y en nuestro cerebro, y que nos ha permitido desarrollarnos en múltiples dimensiones.

Existen muchas teorías sobre el origen del lenguaje, pero ninguna es aceptada universalmente. Sí se sabe que tiene una base genética, como por ejemplo el gen FOXP2, que regula movimientos sutiles de la lengua y los labios, necesarios para pronunciar claramente.

El lingüista Noam Chomski ha postulado que en nuestro cerebro existe un “módulo de lenguaje” o “gramática universal”. Esto debido a la facilidad con que los infantes aprenden la lengua; y también a base de la similitud que existe entre lenguas “patois” de orígenes diferentes.

Sin embargo, aunque inicialmente se encontraron zonas importantes para el lenguaje en la corteza cerebral, estudios recientes demuestran que hay múltiples zonas involucradas en la capacidad de lenguaje en otras partes del cerebro. Esto hace dudoso que exista un “módulo del lenguaje” en la corteza.

Nuestros antepasados necesitaron optimizar la comunicación cuando adquirieron la capacidad de hacer herramientas y cazar. Quizás inicialmente ésta consistía de chillidos y alaridos con significados específicos, como en el chimpancé, y posteriormente la comunicación se volvió más compleja.

Se ha postulado que la comunicación ancestral era “semimusical”, semejante al canturreo con que las madres arrullan sus bebés. Es interesante que éstos responden a la melodía y no al contenido del canturreo, pues un bebé reacciona a la nana aún en una lengua diferente de la de sus padres. Posteriormente, ese canturreo se fragmentó hasta llegar al nivel de frases y palabras.

Es de interés notar que algunas zonas del cerebro involucradas en el lenguaje se encuentran cerca de zonas relacionadas a la habilidad musical, y muchos músicos tienen gran facilidad para aprender lenguas extranjeras. ¿Reflejará esto un origen común de la música y el lenguaje?

Otro punto importante son los cambios en la anatomía del aparato vocal, que nos permiten pronunciar una variedad de consonantes y vocales. Un bebé puede mamar y respirar al mismo tiempo, ya que la laringe, por donde se respira, está al mismo nivel de la entrada de la faringe, por donde se traga, y puede conectar la laringe directamente a la cavidad nasal sin ahogarse.

Durante el crecimiento, la laringe desciende hasta mitad del cuello, formando la “manzana de Adán”. Por esto un adulto no puede respirar y comer simultáneamente, pues se ahogaría, pero este cambio le permite enunciar todas las vocales.

El Neanderthal, un homínido que coexistió con nuestra especie, tenía su laringe cerca de la boca, como un bebé; por lo que, si hablaba, su repertorio sonoro era limitado. Esto sugiere que nuestra capacidad de lenguaje es atributo exclusivo de nuestra especie.

Con el advenimiento de la tradición oral y la lengua escrita, el lenguaje dio un salto cualitativo, pues la comunicación pasó de ser un evento transitorio a uno de mayor permanencia, transmitiendo a otras generaciones el acervo de experiencias, y esta herencia cultural permitió el desarrollo, no solo de la tecnología, sino también de la literatura y la poesía. Esta eternidad nos diferencia de los animales.

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