domingo, 14 de febrero de 2010

El vicio de las DROGAS

“El vicio lo atrapó”

Una joven madre relata la pesadilla que vivió durante años al ver a su amado consumirse en las garras de la droga. Mira el vídeo

Por Yaritza Santiago Caraballo / end.ysantiago1@elnuevodia.com

Cansada de vivir siete años atrapada en una relación sentimental marcada por la drogadicción, Karla (seudónimo para proteger su identidad) dijo finalmente ‘hasta aquí’.

Llevaba una convivencia pacífica con un adicto al crack. Y aunque sentía un profundo amor por aquel hombre, esta vez decidió no tolerar más las recaídas, las noches de desvelo ni las lágrimas de angustia y frustración.

Hace nueve años, Karla, apenas una adolescente, conoció a un joven apuesto, de padres divorciados de clase media, cariñoso, inteligente, graduado de colegio privado, que al igual que ella, tenía aspiraciones profesionales.

A él le gustaba beber y de vez en cuando fumar marihuana. Ella, según relató a El Nuevo Día en la casa que compartía con su pareja en la zona central, no lo veía mal. Alguna vez, confesó, ella también fumó marihuana con él.

“Yo sé que no soy una santa”, expresó. “Nosotros ‘jangueábamos’, ‘parisiábamos’ y yo la fumaba como algo casual, socialmente. Yo entiendo que el cerebro de cada uno funciona diferente y hay gente que prueba la marihuana y ya”, apuntó.

La amistad entre la pareja se convirtió en un profundo amor que los llevó, casi dos años después, a vivir juntos. Ella aún recuerda con nostalgia aquel día de San Valentín que celebraron en la playa con una botella de champán y fresas.

Al poco tiempo empezaron los problemas y la relación se transformó en una pesadilla cuando a la vida de su compañero llegó un enemigo fatal: el crack.

Karla, graduada también de un colegio privado, nunca imaginó que su pareja era esclavo de este vicio hasta que durante varias noches, principalmente los fines de semana, él llegaba a la casa pasadas las 2:00 de la madrugada. También notó que algunas de sus prendas desaparecieron.

“Nosotros éramos una pareja superenamorada, que compartíamos siempre, y él dejó de hacerlo”, recordó.

“De ser una persona alegre, empecé a verlo en baja, como ‘down’, ido. Se me desaparecía. A veces lo llamaba al celular y no lo conseguía. Llegaba tarde a la casa, quería estar todo el tiempo durmiendo y faltaba mucho al trabajo. Supe que estaba pasando algo, que él me estaba ocultando algo”, relató.

Su preocupación y angustia por aquel comportamiento le robaron el sueño muchas noches, contó.

Cuando Karla lo enfrentó, él le confesó que era usuario de crack. “Yo nunca pensé que llegaría a esta etapa de usar crack. De hecho, cuando supe que él se estaba metiendo eso me dio asco porque lo considero algo bien de la calle, algo bien sucio. Pero el vicio lo atrapó”, dijo.

Él nunca le explicó qué lo motivaba a consumir drogas, pero a veces decía sentirse triste y deprimido. Karla cree que haber tenido una infancia triste pudo haberlo llevado a refugiarse en la droga. Según ella, los padres del joven, ambos profesionales en puestos ejecutivos, tenían problemas en su matrimonio y eran más bien distantes con sus hijos.

“Era una familia disfuncional con muchos problemas y eso para mí le afectó”, relató Karla, quien asegura que un familiar cercano fue quien le presentó a su novio aquello que ahora es su rival.

Según Karla, él no se drogaba todos los días. Tampoco lo vio consumirla. Sí encontró varias veces en el piso del hogar algunas cápsulas de la droga que poco a poco destruyó su relación.

Cuando sus padres supieron lo que pasaba, le exigieron dejarlo. Ella dice que su amor y comprensión eran demasiado fuertes. Se quedó y lo motivó a buscar ayuda en un centro de rehabilitación.

“Yo seguía con él porque no es una mala persona”, dijo desbordada en lágrimas. “Aunque no estábamos casados, nos considerábamos un matrimonio, y no soy de las que piensa que si nos va mal nos dejamos. No hay nadie perfecto y lo veía arrepentido por él mismo no tener la voluntad de dejar el vicio”.

Ella asegura que él quería dejar la droga. Le entregaba su ATH para evitar gastar el dinero y buscaba viajar en el auto de alguien más para llegar directamente a su trabajo. “Yo hasta me ofrecí a ir con él a terapias porque quería que saliera de eso. Pero a veces uno está tan ocupado con el trabajo y los hijos, que no tiene tiempo para hacerlo”, dijo.

Cuando el muchacho salió de rehabilitación tras pasar allí un año, Karla pensó que volvería a ser feliz con él. Otra recaída la llevó a revivir la pesadilla de las desaparecidas, del insomnio, y esta vez, del atraso en el pago de las cuentas. Hubo meses en que la pareja no pudo pagar el carro ni el alquiler de la casa.

“Lo que yo cobraba en una quincena no me daba para pagar todo, y no podía contar con él porque el dinero que ganaba trabajando lo usaba para la droga”, apuntó. “Cuando le recriminaba por no tener consideración, se sentía abochornado y me decía que se iba a encargar de pagar”, recordó.

Karla decidió romper con él.

“Esa vez lo dejé. Él me llamaba todo el tiempo y yo ignoraba las llamadas. Los amigos me decían que él estaba en la calle bien al garete, que hasta se metía heroína. Yo les decía que ya no tenía nada que ver con él, pero por dentro me dolía. Estaba preocupada por los trucos que él podría estar haciendo para conseguir la heroína, que para mí consumir esa droga era como su grito de pedir ayuda”, relató.

Los padres del hombre lo ingresaron en un centro de rehabilitación. Tras las constantes recaías, la familia se alejó, contó ella.

Karla volvió con él y esta vez quedó embarazada. Cuenta que la noticia fue de mucha alegría para ambos. “Estábamos supercontentos, y él, que estaba de nuevo limpio, buscó trabajo y teníamos proyectos futuros”, recordó la joven.

La ilusión le duró apenas meses. Él recayó y esta vez, por el dolor de sentir que falló, intentó quitarse la vida.

La historia, según Karla, se repitió una y otra vez: recaídas y rehabilitación. Durante casi nueve meses, ella lo acompañó a Narcóticos Anónimos con la esperanza de que su amado sanara y rehacer juntos una vida feliz, ahora con dos niños. Contó que en ese grupo de apoyo hizo amistades y conoció personas que llevaban 27 años limpias.

“Él participaba mucho. Yo veía que estaba funcionando”, dijo. “Pero después de otra recaída, no quiso volver. Él decía que no lo necesitaba, que eso era para personas que caían todo el tiempo. Me sorprendió ese pensar”, dijo Karla.

Con ayuda de tratamiento siquiátrico, él logró mantenerse limpio dos años. Cayó de nuevo y continúa consumido por la droga.

Ella decidió rehacer su vida. Su norte es seguir adelante con sus bebés. Y clama porque el Gobierno y organizaciones privadas hagan su prioridad la búsqueda de más alternativas que ayuden a lidiar con este mal social que a diario destruye a tantas familias.

“Yo aprendí algo: que los adictos son personas enfermas que renuncian a todo por la droga. No son criminales como mucha gente los pinta”, dijo Karla entre sollozos.

“Esto no es fácil. Todo el mundo, toda la familia de un adicto sufre por la constante preocupación de los efectos que conlleva esta enfermedad porque la droga atrapa a la gente. Yo ya no estoy con él porque él tiene que resolver su problema y espero que un día verdaderamente pueda superarlo”, manifestó Karla quien aún no cumple 30 años.

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