lunes, 7 de diciembre de 2009

Los libros y el objetivo de la lectura

La Señora de los Libros

“A veces es la forma que Dios usa para hablar conmigo porque en momentos difíciles siempre me cae un libro con respuestas”

TATIANA PÉREZ RIVERA / tperez@elnuevodia.com

“Si supieras la riqueza de libros que hay debajo de las camas y dentro de los armarios”. Justina Díaz Bisbal sabe que donde uno menos se imagina hay un valioso inventario de títulos, por eso acepta donaciones de publicaciones que luego ofrece a los amantes de la lectura en la “Pequeña Feria del Libro Usado”, cuya octava edición se acaba de celebrar en Ranchos Guayama, una finca situada entre Salinas y Guayama.

Ni un centavo media en la transacción que nace del deseo de que otras personas disfruten lo que alguien cataloga como libros viejos.

“Un día llegué a tener cerca de quinientos en un clóset que sólo yo había tocado; estaban nuevecitos, pero ya no tenía nada nuevo que leer. En ese momento no tenía dinero para comprar más libros y pensé que había mucha gente igual que yo. Por eso comencé la feria, para compartirlos”, rememora Díaz.

Como referencia para organizarla sólo tenía ferias de libros que había visitado en nuestra Isla. Aquel primer evento que anunció “en periodiquitos y emisoras regionales” lo describe como “improvisado”; carecía de tarima para los declamadores de poesía y los bailarines que arribaron a compartir su arte, pero se excedió en público y textos. “Llegaron toneladas de libros de todos los temas. La gente busca mucho los de superación, de historia, de autores puertorriqueños y de sicología. Lamento tener menos libros para niños porque vienen muchos a la feria y a ellos tenemos que encaminarlos”, indica.

Carlos Lago, esposo y apoyo de Díaz en esta aventura, habilita un espacio en la finca familiar y ahí tiene lugar la feria que, según su organizadora, vive gracias a la colaboración de familiares, voluntarios y vecinos que recopilan, limpian y acomodan los libros. Sus nietos Paulette y Brandon son sus leales cómplices.

“Mi nieta es igual que yo, disfruta muchísimo la lectura. Yo recuerdo que cuando a mi me daban los paquetes de libros del próximo año escolar en verano, ya los había leído antes de que empezaran las clases y ella hace lo mismo. Yo leo de todo, desde historia hasta finanzas y me encantan las biografías”, declara satisfecha.

A lo largo del año, Díaz recibe libros que va almacenando en una “casita” que su esposo ha destinado para ello hasta la próxima edición de la feria. Los sobrantes los distribuye entre bibliotecas públicas, hospitales, égidas y espacios culturales interesados. El registro de visitantes le deja saber que ha tenido asistentes provenientes de 32 pueblos.

“A veces ni me dan oportunidad de contar cuántos libros traen porque ellos mismos los acomodan en las mesas. Me dicen ‘lo que quiero es darlos’, porque a la gente le cuesta botar libros buenos. Yo le digo a mi esposo que mi trabajo es encontrarles un mejor destino que el basurero”, dice, “y los amantes del libro van al fin del mundo a buscarlos”.

Hasta la edición del pasado año habían regalado doce mil ejemplares de temas variados. “Han llegado libros excepcionales, ejemplares de más de cien años que no se vuelven a editar. Y cuando las personas encuentran un libro que buscaban es como si se reencontraran con un familiar o un viejo amigo. Da mucha satisfacción ver esa cara de felicidad”, subraya.

Los “tesoros” que ha encontrado entre páginas como fotos, dedicatorias, cartas, sellos o marcadores, entre otros, los colecciona en una caja. Aunque el mayor de ellos es haber conocido temprano en la vida la constante compañía que ofrecen los textos. “El siete de diciembre voy a cumplir 70 años”, cuenta orgullosa, “y desde chiquita los libros han sido mis amigos. Siempre tengo uno en la mano, la gente me dice ‘la señora de los libros”.

Éstos le han acompañado “de una manera muy especial”. “Y me gustaría que la gente lo descubriera para que nunca se sintieran solos”, confiesa alegre de compartir su secreto, “me han ayudado mucho en momentos de desolación, los de superación me han llevado a trabajar con mis conflictos interiores y te digo que a veces es la forma que Dios usa para hablar conmigo porque en momentos difíciles siempre me cae un libro con respuestas”.

La “Pequeña Feria del Libro Usado” ha subsistido sin apoyo privado o gubernamental -sólo han recibido cruzacalles y carpas para la reciente edición- pero reconoce que tenerlo será vital para su crecimiento. “Mi ambición es que se convierta en un evento regional para los pueblos de Patillas, Arroyo, Guayama y Salinas y los demás que se quieran unir. Pero tenemos que recibir apoyo de las alcaldías. Y no es dinero sino ayuda en la promoción, apoyo para montar las carpas y para acomodar las mesas y los libros. Me siento un poco cansada porque días antes de la feria el trabajo es extenuante”, acepta.

“Primero pensé que hacía todo esto sólo por los libros, para compartirlos y tener nuevos todo el año. Pero pensándolo bien también ha sido por la gente porque he conocido personas maravillosas de toda la Isla y algunas se han convertido en amigos excepcionales”, culmina.

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